¿”Nunca Más” o “Más que Nunca”?

—Por: Lautaro Russo.

Una reflexión, vertida de un modo un tanto caótico, sobre lo que nos ha dejado este pasado 24 de marzo.

Detención durante la Dictadura Cívico Militar, 1976.

No caben dudas de que el pasado domingo es una fecha grabada a fuego en la memoria colectiva de nuestro país: un nuevo aniversario del inicio del Golpe Cívico-Militar Argentino, propiciado por la Junta Militar Argentina, comandada por el teniente coronel Jorge Rafael Videla.

No es deseo, ni voluntad, de esta publicación realizar un revisionismo histórico del Golpe; en el cual, si pronunciaremos, se perpetuó la constante vulneración de los derechos humanos, mediante el secuestro, la tortura, las violaciones, los asesinatos y demás repugnantes acciones cometidas por los inescrupulosos, incompetentes, apátridas y criminales que hurtaron las riendas de los designios nacionales, en la década del ’70. La intención de la presente publicación, es centrarnos en la sociedad actual.

Como cada 24 de marzo, al menos desde hace algunos años, la jornada se convirtió en un debate mayúsculo, casi simulando un cabildo abierto, en la sociedad argentina: “¿Fueron 30.000 los desaparecidos o poco más de 8.000?”, fue el gran tema de debate nacional. La realidad que se nos hace evidente ante nuestros atónitos ojos, es que la masa social argentina, embebida en un revisionismo y cuestionamiento de los hechos pretéritos, parece anclar su atención y energía en un número por sobre todo lo demás. Si hay algo que diferencia a las ciencias sociales de las exactas, es que su análisis requiere mayor agudización en los temas humanos y la frialdad de lo numérico se vuelve inverosímil, muchas veces.

Pero, amén de no pecar de ocio ante el análisis de este cuestionamiento, podríamos preguntarnos: ¿Qué tanto les importa el número a quienes enarbolan ese argumento? Si se han visto numerosos casos, por ejemplo en la red social “X”, de publicaciones que rezan: “No fueron 30.000… tampoco inocentes, ni suficientes”. Ante esto, nos cabe preguntarnos: ¿Cuánto hay de infatigable propósito historiográfico y cuánto hay de justificación para una opinión que realmente es la que quieren expresar?

Desde Revista Bilis, no queremos, ni pretendemos, invisibilizar las víctimas de los grupos terroristas de los años ‘70s en nuestro país. Nada cercano a ello. Pero, ¿Por qué los encargados de levantar estas consignas inquisidoras lo hacen cuestionando una lucha— y tratando de desacreditarla—, a la par que defienden un gobierno inepto y nefasto como el de la Junta Militar? Por el contrario, sería apropiado pedir justicia por los muertos en manos de la guerrilla o acompañar a las familias de las víctimas, en lugar de desplegar una vomitiva obsesión por defender un gobierno dictatorial. ¿No sería mucho más loable y acertado luchar y pedir la justa pena para los responsables de verter tanta sangre, dolor y desdén sobre el suelo argentino?  Lo más obsceno y burdo, de este caldo pestilente de incongruencias argumentativas, es que aquellos repulsivos estandartes son hondeados por quienes se llaman “defensores de la libertad”. Con esto, no quiero juzgar a todos los simpatizantes de la Libertad Avanza bajo estas opiniones. Pero, cierto es, que muchos de sus militantes expresan estas consignas; sólo hace falta pasearse unos minutos por la red “X”. ¿Acaso puede haber algo más lacerante, repugnante, antagonista y repelente de la libertad que un gobierno dictatorial? Da la sensación que, en el afán de esgrimir banderas, ya no pueden dilucidar ni qué lemas rezan sus gallardetes.

Realmente, hoy en día da la sensación que el “Nunca Más” está más presente que nunca. Parece que la lucha a dar, desde la predica de la cordura, es evidenciar lo nocivo que resulta un gobierno de las caracterizas del comandado por el teniente coronel Videla. Ya se ha comentado que no es afán de la publicación hacer una investigación sobre la dictadura militar; eso quedará para otra ocasión. Pero, por otra parte, si es nuestra clara intención manifestar que, sin importar el número, un gobierno que secuestra, mata, viola y tortura en la clandestinidad, es el escalón más bajo al que podemos descender como sociedad. Es nuestra ciudad de Dite. Como formadores de opinión, es nuestra obligación moral remarcarlo cuantas veces sean necesarias.

A modo de reflexión final, me gustaría hacer un llamamiento a la memoria y a la compresión etaria del contexto social. Un espacio semántico, y simbólico, donde las víctimas del terrorismo de los ‘70s puedan descansar en paz; que la consigna del repudio a un gobierno inmoral, genocida, y despojado de toda ética, sea mucho más relevante que la búsqueda de un número que calme una argumentación lóbrega detrás—cuando es totalmente inverosímil querer conformar un número exacto de desaparecidos ante hechos clandestinos—; que tengamos presente en la memoria y en el alma colectiva nacional, que ante un Estado opresor e hiriente para con su propio pueblo siempre debe exclamarse con brío: Nunca Más… ahora, que está más presente que nunca.