Los días que corren: la era de la idiocia colectiva.

Una sensación generalizada, al menos en la Argentina, es que la sociedad actual atraviesa una delicada situación en todas sus estructuras emocionales y sociales.

—Por: Lautaro Russo.

Ante una situación socio-económica adversa, la juventud parece refugiarse en nidos ponzoñosos.

No es de extrañar que, en el marco de la sociedad argentina actual, aniden comportamientos nocivos y patológicos en sus agentes sociales. Esta alarmante situación, es más que palpable en nuestro día a día. Hoy, en Revista Bilis, te traemos un repaso a ciertos comportamientos preocupantes que se dan en la masa societaria argentina y, especialmente, en la juventud.

Empezaremos marcando una obviedad para todos los habitantes del suelo argentino: germina en nuestro país una crisis económica sofocante. Lo no tan obvio—pero si esperable—, es que de ella broten comportamientos patológicos en la población local. No me refiero a aspectos ligados a la constitución anatómica y biológica del ser; por el contrario, estoy hablando del desarrollo de comportamientos auto-lacerantes. Ante la desesperación de la desocupación, la falta de activos económicos, las cuentas que persiguen con su funesta estela angustiante, muchas personas recaen en el alcohol, las drogas, los trabajos indignos y hasta el suicidio. Todos ellos, son un flagelo mortífero y lóbrego para cualquier sociedad. Sin embargo, hoy puntualizaremos en otro comportamiento social, que se ha incrustado en la juventud anclando su adrenalínica raíz: estamos hablando de la ludopatía.

En otro artículo de Revista Bilis—“El Amor en Tiempos de Delivery”—ya hemos hondado sobre el concepto de “Modernidad líquida”, de Zygmunt Bauman. Fruto de la inestabilidad de las relaciones laborales en la actualidad, y de una sociedad empecinada en ofrecer lo efímero como bandera, generando un reemplazo automático de toda situación doliente, es lógico que la juventud actual desee resolver su vida de la manera más sencilla, rápida y fácil. Si a esto le sumamos la galopante crisis económica que, nuevamente, enreda a este país, sólo faltaba un agente numérico para completar esta nefasta ecuación: las casas de apuestas. Como docente, puedo dar fe de que la juventud empezó a adquirir este preocupante hábito de un modo mayúsculo. La idea de vivir de apuestas, teniendo que acertar cuántos córneres habrá en el próximo Boca vs Vélez para pagar la luz, era una quimérica dantesca hasta hace pocos años. En este último tiempo, donde las casas de apuesta han entrado con vehemencia en el país, se ha podido observar este cambio de paradigma al respecto. Lo más preocupante, es ver como se está instalando el gen ludópata en la juventud, el cual genera una adicción patológica. Cada uno puede hacer con su plata lo que quiera, siempre y cuando sea de un modo recreativo. Pero, si se trata de sembrar una conducta auto-destructiva, nociva y devastadora en nuestra juventud, es imposible quedarse callado. Las consecuencias de esta idea absurda de “resolver” la vida mediante algo tan simple como lanzar plata a que hoy ganará el Barcelona, es una consigna que se repetirá, sin dudas, el día de mañana. Quizás no sea el fútbol: puede que sean los naipes, los gallos o el boxeo de robots del mañana. No lo sabemos. Pero, lo que está claro, es que ese vacío que deja el hoyo que se está cavando hoy en la juventud, será rellenado con algo, en los días venideros.

En sintonía con el párrafo anterior, encontramos una práctica muy difundida en estos días: la venta de contenido erótico o la prostitución soft, como quieran llamarle. Antes de hablar al respecto, quiero dejar en claro que estoy ideológicamente en contra de todo acto de prostitución. Esto, lo hago para dejar de manifiesto mi posicionamiento al respecto, a sazón de que el lector tenga la seguridad desde qué postura le estoy escribiendo. No obstante, este artículo no busca realizar una crítica a dicha práctica—quedará para un futuro—. Por otra parte, lo que si se busca con las presentes líneas, es unir estos dos caminos paralelos en una única vía que desemboque en el mismo lugar: guita rápida.

 Al igual que la generación ludópata, las personas que enseñan su anatomía al desnudo, mediante la plataforma OnlyFans, más que nada, persiguen la búsqueda de un sustento económico con el menor esfuerzo posible. Si el universo entero, en la actualidad, está desbordado de un consumismo voraz que rapta y desmenuzada a todos los agentes sociales, ¿Por qué los jóvenes no generarían un producto rápido, fácil y de poco esfuerzo, para establecer en el mercado? Para vender contenido no erótico, se necesita un talento magno que la gente esté dispuesta a comprar. No todos pueden contar con dicho talento, los medios para desarrollarlo, la paciencia, el capital de inversión, etc; agregándole el factor fundamental de la crisis que nos carcome diariamente. Entonces, ¿Qué nos queda que sea rápido, fácil y de poca producción, para vender? Nos queda el cuerpo. Esto que acabo de explicar, lo podemos observar en la inmensa cantidad de “famosos” que, pasado su cuarto de hora mediática, decidieron entregarse a las cuestionables manos de la fotografía pornográfica auto-sustentada.  Una especie de Patricio Rey de la pornografía. Otra arista a puntualizar, es el hecho de la hiperconectividad en redes. Hoy, usted está leyendo Revista Bilis, gracias a esta exacerbación de la conectividad digital. La posibilidad de enmarcar algo en internet y difundirlo, nos ha dado la oportunidad de crear proyectos magníficos e impensados, como también incentivar la idealización del menor esfuerzo para alcanzar un monto aceptable.

No obstante, cuando tu única fuente de ingreso depende de mostrar el cuerpo al desnudo, la posibilidad de renta no se manifiesta perpetua. La anotomía, como todo tejido biológico, tiende a degradarse y a moldearse en unos cánones no compatibles con el concepto estético de la sociedad. Ante esto, la desesperación de una inestabilidad económica, producto de no poder ubicar en el mercado el contenido erótico realizado,  llevará a estas personas hacia una duda inevitable: ¿Qué hacemos ahora? Desde ya, muchas personas que argumentan favorablemente hacia esta práctica, esgrimen que se puede invertir en un negocio, con lo ganado en la venta de contenido. Ante esto, tengo la amarga responsabilidad de aclarar que esto no es así. Las ganancias, salvo que seas una personalidad muy reconocida a nivel mundial, no son de la magnitud necesaria para invertir en un negocio rentable a futuro. Una vez que aclaramos esto, volvemos a la pregunta: ¿Qué hacemos ahora? No es difícil atar cabos sueltos e interpretar qué hará un sujeto acostumbrado a vender su cuerpo toda la vida… dejó que anuden el hilo por ustedes mismos.

El sexo y la lujuria son negocios imposibles de desintegrar y en los que siempre hay ganancias. De hecho, el despilfarre monetario se encuadra dentro de la dominación, por medio del poder, que se asocia a la dominación del acto sexual, pero llevado a un plano psicológico. No obstante, esa ganancia, como todo lo que sea efímero, sin esfuerzo ni dedicación, porta la perdurabilidad de un dibujo en la arena a la vera del río. Por otra parte, quedará por debatir todo el sinfín de debates morales que acarrea la prostitución en sí. Eso, será el propósito de algún futuro artículo.

El resquebrajamiento de las relaciones sólidas en lo laboral, ha conllevado a la decantación, por parte de la juventud, en estas prácticas nocivas y patológicas; principalmente para ellos. Nadie se ve mayormente afectado por el empleo de estas alternativas, que los propios sujetos que recaen en ellas. Todo lo que se genere sin esfuerzo, recae en el olvido y en el desuso. La propia inteligencia humana es un proceso constante de mecanización cognitiva y descubrimiento propio. No hay cultivo que se siembre en dos días. Por ello, si pretendemos vivir la vida comiendo los tallos y raíces de semillas recientemente cultivadas, el ave negra de la muerte hundirá su filoso pico en nuestras vísceras.

Esta crítica social, quizás sea incómoda o moleste a algunos de los lectores que posen su vista sobre ella. Sin embargo, el nombre de Revista Bilis no está elegido al azar: nuestra tinta ácida puede generar llagas, pero también evidenciar aquello que nos enerva y disgusta.