Actualmente, estamos atravesando una época en donde pareciera ser que las ideas que despiertan los sentires sociales sólo pueden vivir al compás de los latidos de los grandes líderes.
—Por: Lautaro Russo.

Resulta, por demás curioso, como en la era de la promiscuidad digital el incesante bombardeo de informaciones e ideas, con marcado carácter social, parecen desmoronase ante la ida de una égida personal. Ejemplo mayúsculo de lo anteriormente pronunciado, es el peronismo actual. Desde que el kirchnerismo pasó a representare una oferta política compleja y poco apetecible, para el electorado actual, el Partido Justicialista parece haber quedado acéfalo e inmóvil. Fruto de este estado de huerfanidad, es que hoy en día diversos dirigentes parecen postularse a agarrar la posta del histórico partido, de cara a las elecciones del año próximo. Moreno, Grabois, Kicillof, son algunos de los nombres que se mencionan, y que se tratan de fisgonear, para comandar un espacio que ha naufragado a la deriva sin tener sus riendas sujetas.
Si uno realiza una breve lectura a las bases del partido, posando la vista sobre la Doctrina Peronista, denotará que esta situación fue debidamente anunciada por el propio General Perón, pero ignorada por sus discípulos no contemporáneos. Por ejemplo, en ella podemos encontrar fragmentos que rezan: “Por eso también he dicho muchas veces que ese movimiento que nosotros representamos, que ahora está detrás de un hombre, ha de transformarse paulatinamente para colocarse detrás de una bandera y detrás de un ideal. De esa manera le habremos dado el sentido de perennidad a que me he referido. Nuestra misión no la podemos cumplir en la corta vida de un hombre. Los hombres pasan y las naciones suelen ser eternas.” Se manifiesta curioso e irónico como el partido peronista se ha encargado de contradecir y evitar profesar lo expresado por Perón. Hoy en día, en donde la presencia de representantes claros y acogedores en el peronismo suena casi quimérico, vale mucho recordar estas palabras; las cuales están impresas en las bases ideológicas del Partido Justicialista.
Pero esta lógica de prevalencia de los hombres por sobre las ideologías no es exclusividad absoluta del peronismo. Si uno observa la militancia y los seguidores del actual gobierno Nacional, comandados por La Libertad Avanza, claramente se puede dilucidar la presencia absoluta y magnánima de Milei en el partido y en el ideario colectivo. Incluso, me atrevería a decir que esto se da sin un pedido expreso ni intención del propio presidente. Es más bien un acto que brota con vehemencia desde los corazones ideológicos de su masa militante. Las ideas de la libertad, son representadas por Javier Miliei y parecen no guardar la posibilidad de ser expresadas o abanderadas por ningún otro líder. Repito, esto se da sin un gesto de la figura presidencial; pero los seguidores de LLA se comportan, en un grueso número, con una especie de complejo de huérfano, en donde ven al presidente como aquella figura paterna de la infancia, cuando todavía no se ha producido el duelo por los padres de la infancia.
Las ideologías parecen consistir, hoy en día, en un sistema parasitario, el cual no puede sobrevivir sin su huésped. En cuanto la figura del líder, del representante social de estas ideas, de quien suba al trono de sus pares y enarbole los estandartes del ideario de su colectivo, se desvanece ante el inexorable paso del tiempo la masa se desordena y se muestra dócil. Se produce el mismo efecto que al matar una hormiga reina: las hormigas pierden su orientación, no pueden reproducirse, se mueven sin rumbo claro y se genera el eventual—e inevitable—colapse del hormiguero.
En esta era, en donde los dos grandes partidos nacionales operan con lógicas similares, es una buena oportunidad para exigir el encolumnarse detrás de ideario que represente las ideas de quienes se identifiquen con un partido, fragmentando el concepto de sacralización de figuras representativas. Es momento de entender que las ideas no se colocan en el cajón junto a los muertos. Estas, continúan pululando por el imaginario social.
Curiosamente, la comprensión de este concepto puede dar como resulta el surgimiento de un mayor número de líderes políticos y representantes. Puesto que, al entender que el credo hacia sujetos partidistas es un flagelo nocivo en la política argentina, brotarán nuevos postulantes a representar estas ideas, generando una movilización social y un sinfín de acciones políticas. Todo esto, es deseable y esperado para una democracia sana y abarcativa.
En tiempos de cuestionamientos a los remplazos de las estatuas derruidas, y de la negación a usar otras piezas de este ajedrez partidario, es menester que cada actor social bregue por sus intereses y sus deseos políticos dentro del partido por el cual se sienta representando; evaporando eternamente todo rastro de “peronómetro”, “liberalómetro” o cualquier otra medida de compromiso partidista que pueda existir.