Titán de sangre y fuego: el ascenso de Gengis Kan como líder del Imperio Mongol

Por: Lautaro Russo

Revista Bilis está de vuelta, queridos lectores. A modo de puntapié inicial para esta nueva tirada de la revista, les traemos la historia de la asunción de uno de los líderes políticos y militares más magnánimos de toda la historia: Gengis Kan. Una historia repleta de sangre, fuego, traiciones y desdén.

Los mongoles, en menos de un siglo, pasaron de ser una más de las diversas tribus que pululaban en las estepas eurasiáticas, a conformar uno de los imperios más grandes de la historia. En gran parte, eso se lo deben a su mayor líder político y militar: Gengis Kan, Imagen: Ismailov I.S. «Tártaros-mongoles en los muros de Derbent»

Gengis Kan (1162-1227), nació bajo el nombre de Temuyín. Su padre, había sido elegido gran kan tras la muerte, en la lucha contra los tártaros, de Hotula Kan, hijo del gran Khabul Kan, el primer gran kan del kaganato mongol. Hacía relativamente pocos años que las tribus mongolas—una de las tantas tribus nómadas de las estepas euroasiáticas— habían decidido vincularse en un conjunto de clanes unidos por lazos de parentesco. Todo esto, fruto del temor ocasionado por los tártaros, los merkitas y los pueblos del norte de China, encolumnados bajo el mandato de la dinastía Jin.

Temuyín, había nacido cerca del lago Baikal—ubicado en la actual Rusia—; en base a su localización geográfica, muchos historiadores han teorizado respecto a los rasgos físicos del gran kan, concluyendo, varios de ellos, en que éste portaría una tez rubicona, ojos celestes de forma almendrada y una larga cabellera rubia. Todas estas características genéticas, se contradicen con los retratos de Gengis que nos han llegado a través del paso del tiempo, en donde se lo ve con marcados rasgos mongoloides.

Pero, desviándonos respecto de las diversas teorías referidas a su aspecto, lo cierto e innegable es que Temuyín nació con una prominente mancha roja en su muñeca; por la cual el chamán de su tribu llegó a presagiar que sería un gran e imbatible guerrero. Su padre, Yesugei Bagatur, batalló durante varios años contra los tártaros. Una vieja tradición mongola, estipulaba que se debía nombrar a los recién nacidos con un nombre que recuerde un hecho de mayúscula importancia. Es por ello que, una vez vencidos los tártaros en el norte de China, Yesugei decidió nombrar a su reciente descendencia bajo el nombre del líder de los tártaros que acababa de vencer: Temuyín.

El pequeño hijo de Yesuguei, aprendió a montar a caballo a los tres años de edad, como se acostumbraba en las tribus mongolas. Con ocho años de edad, fue llevado a China por su padre, con el propósito de emparentarlo con una futura esposa de la nobleza del norte chino. Fue así que el futuro Gengis Kan eligió a su primera concubina, Borte, con la que tendría cuatro hijos.

Durante la estancia del pequeño Temuyín y de Yesugei en China, los tártaros solicitaron un encuentro con este último, con la finalidad de establecer relaciones cordiales entre los pueblos. Dicha solicitud, no resultó ser más que un mero engaño, en donde Yesugei hallaría la muerte bebiendo el trago amargo y mortífero de un brebaje emponzoñado.

Con este hecho fatídico para el pobre Temuyín, de tan solo nueve años de edad, regresó junto a su clan para reclamar el título de bogatur, como se designaba a los jefes de cada tribu. Sin embargo, los miembros de su propia tribu lo rechazaron y lo empujaron hacia el destierro. El ostracismo para los mongoles, era una inexorable sentencia de muerte, puesto que la subsistencia en soledad, en las inhóspitas tierras de las estepas euroasiáticas, era una quimera utópica para todo aquel desdichado que tuviera la desgracia de cursar dicho castigo taxativo.

Sin embargo, la familia del Yesugei, contra todo pronóstico, sobrevivió años bajo esta condición. Siete años después de este suceso, Temuyín logró casarse con su prometida, Borte. Este lazo matrimonial, lo unió a la tribu de su flamante esposa, los konkirat, con los cuales empezó a formar un importante grupo en la región.

Los mongoles, practicaban diversos rituales religiosos de diversas índoles. Uno de los más importantes, era la hermandad de sangre; en donde dos personas desunidas por lazos familiares, se unían en sangre y alma.

Llegados a este punto, es menester explayarnos respecto a uno de los rituales más importantes y relevante de la cultura mongola: la hermandad de sangre. Los clanes, como ya se ha dicho, eran grupos de familias que se unían para una maximización de los recursos a la hora de la subsistencia. En muchas ocasiones, los lazos o redes de parentesco no llegaban a cubrir las necesidades de las diversas tribus. Es por esto, que los mongoles tenían su propio mecanismo, mediante un ritual, para engrosar los lazos de parentesco y, con ellos, los miembros de sus clanes. Por medio de “la hermandad de sangre”, los mongoles podían endosar en sus familias personas ajenas a esta. El ritual, consistía en mezclar la sangre de los implicados en una vasija, para luego beber su contenido. Según las creencias religiosas de los mongoles, el alma de las personas moraba en la sangre carmesí que cada uno portaba en su interior. De esta forma, mediante el ritual, se engullía mutuamente el alma del otro para el resto de la eternidad.

Toda esta explicación del simbolismo mongol, tiene su razón de ser. Temuyín había realizado este tipo de rituales durante su niñez. Uno de ellos, y con quien mayor relación acuñaba, era con su amigo de la infancia Jamukha. La relación de estos hermanos de sangre, perduró con el correr de los años; incluso en las peores épocas. Cuando Temuyín fue condenado al destierro junto a su familia, Jamukha se mantuvo leal a su hermano de sangre. De hecho, un evento crucial en la popularidad de Temuyín, se debió al secuestro de su esposa, Borte, por parte de los merkitas. Con la ayuda de su amigo de la infancia, lograron rescatarla y el nombre de Temuyín resonó con mayor brío aún.

Además de la infalible complicidad de Jamukha, el joven Temuyín contó con el auxilio de Togril, el hermano de sangre de su padre, quien le ayudó a erigirse como líder de la tribu de su esposa y a volver a ganar adeptos entre los mongoles. Fue en esta situación de prosperidad, cuando Jamukha decide abandonar a su hermano de sangre producto de una insatisfacción sufrida ante el recelo por la popularidad ganada por el joven Temuyín.

No obstante, Temuyín continuaba acumulando enemistades. Las tribus de tártaros, merkitas y naimanos—enemigas acérrimas de Temuyín—, se unieron con distintos pueblos mongoles para exigir el nombramiento de un nuevo Gran Kan: el mismo, no era otro que Jamukha, el hermano de sangre de Temuyín. Con la traición plenamente consumada, el futuro Gengis Kan no iba a quedarse de brazos cruzados. Tiempo atrás, Temuyín había sido raptado por los antiguos aliados de su padre, a sazón de evitar que este reclamara el título de Gran Kan. La idea de los secuestradores, era venderlo como esclavo; pero gracias a su audacia logró escapar de su cautiverio. Esta fuga, le suscitó el beneplácito de un gran contingente de hombres leales a su difunto padre. Fue a este grupo, y a las diversas tribus que fue albergando bajo su égida, a las que congregó para conformar un cuantioso ejército para enfrentar a quien supo ser su gran anda—como se llamaba a los hermanos de sangre—: Jamukha.

En primer lugar, Temuyín, que ya desde aquel entonces se evidenciaba como un magnifico estratega militar, arrasó con los merkitas, consiguiendo así el apoyo de las tribus subyugadas por estos. Con un contingente de 13 mil hombres, se enfrentó al ejército de la Confederación Mongola, de Tartugai Kiriltug—quien había usurpado el trono de gran kan tras la muerte del Yesugei—, que contaba con 30 mil hombres. No obstante, las tropas de Temuyín despedazaron a sus contrincantes y fue él mismo quien puso fin a la vida del usurpador del liderazgo de los kaganatos mongoles. Con esto, se erigió como el legítimo kan.

Sólo quedaba un asunto por resolver para, ahora sí, titularse como el único e indiscutible Gran Kan de todas las tribus mongolas: Jamukha. Temuyín, fue aplicando la misma estrategia que su anda aplicó con él: las alianzas con sus enemigos para rodearlo y asediarlo. Además de esto, Jamukha sufrió otro hecho karmático para con su persona: muchos de sus generales y subalternos lo traicionaron pasándose para el bando de Temuyín.

El futuro Gengis Kan, junto con la ayuda y los hombres del hermano de sangre de su padre, Togril, reunió un cuantioso ejército con el que se enfrentó en una definitiva batalla con las fuerzas de Jamukha, en La Batalla de los Trece Lados (1201). En aquel enfrentamiento, Temuyín demostró la superioridad de su capacidad militar y estratégica en comparación con su antiguo amigo Jamukha. La victoria por parte del bando de Temuyín fue inobjetable. Jamukha se dio a la fuga; pero fue traicionado por sus hombres y entregado a Temuyín. Este, quien detestaba la desobediencia y la traición más que a nada en este mundo, mandó a matar a aquellos hombres que habían traicionado a su antiguo anda. Según la Historia secreta de los mongoles—la recopilación de la historia mongola más antigua de la que se tiene registro—, Temuyín le ofreció el perdón a su amigo de la niñez; pero éste se negó a obtenerla, pues no estaba dispuesto a renunciar al puesto de líder de todos los mongoles. Ante esto, Temuyín le ofreció una muerte noble, la cual Jamukha aceptó, en 1205.

Posteriormente, Temuyín emprendió una cacería y aniquilación de todos los sectores disidentes a su figura, la cual realizó con sumo éxito. De esta forma, Temuyín se constituyó como el gran e incontestable líder de todas las tribus mongoles: en el mismísimo Gengis Kan. Con el correr de los años, forjaría uno de los imperios y ejércitos más formidables y extensivos de la historia de la humanidad, que llegó a controlar las tierras que se extienden desde Moscú hasta el Himalaya.