Jugadores de Culto: Obdulio Varela.

En esta oportunidad, les traemos un pequeño repaso de la vida de un gran jugador uruguayo, Obdulio Varela, o mejor conocido como: “El Negro jefe”.

—Por: Luca Bosi.

El emblema celeste, fue uno de los pilares de la Selección Uruguaya campeona del mundo, en 1950.

En la anterior nota, habíamos hablado de Darío Dubois, un jugador que era conocido en el ambiente del ascenso de Argentina, pero no dejaba de ser desconocido para muchos. El caso de Obdulio, es totalmente distinto; primero porque estamos ante un campeón del mundo con su selección, y que fue el capitán del equipo que derrotó en el Maracaná a una Brasil que solamente necesitaba un empate para ser campeona (el día del maracanazo). Imaginen que en Uruguay Obdulio es un personaje histórico, y con mucha razón; pero también es conocido en la literatura, ya que, por ejemplo, Eduardo Galeano y Osvaldo Soriano han hecho referencia varias veces sobre su figura.

¿Por qué Obdulio Varela es un jugador de Culto?

Personalmente, esto último mencionado es lo que me lleva a buscar e investigar sobre la vida de esta gran leyenda; ya que leyendo un libro de Osvaldo Soriano, me topé con la historia de lo que fue el después de la épica victoria en el estadio Maracaná. Cuentan que lo que era una fiesta planeada para Brasil, terminó siendo, literalmente, un país en luto por tal catastrófica decepción que se llevaron los hinchas brasileños. Perdiendo la chance de ser campeones del mundo por primera vez. Algunos informes indicaron que murieron 20 seguidores de Brasil, mientras que otros sugieren que fueron 70 los casos de suicidio. Sin embargo, hay algunos reportes con un tono sensacionalista que afirman que la cifra alcanzó los cientos.

Fue tan fuerte que hasta Moacir Barbosa, el arquero de esa jordana, fue condenado socialmente en vida y hasta la muerte. El 7 de abril del 2000, el ex futbolista falleció a causa de un derrame cerebral. Según Teresa Borba, una amiga cercana al arquero de la final de 1950, este llegó al hospital repitiendo una frase que sorprendió a los médicos que intentaban salvarlo: «No fue mi culpa. Éramos once«.

El ganador empático

Volviendo con Obdulio, en estos relatos que se muestran sobre el después del maracanazo, se deja ver como Varela era un buen tipo, que hasta sentía mucha lastima por el pueblo brasileño; ya que fue parte de una tristeza colectiva que dejó muy mal a un país entero. Esta leyenda que se cuenta sobre él, lo ubica en un bar y está narrada desde su propia perspectiva. En ella, se relata como Obdulio observaba a los brasileños llorar por una derrota que fue totalmente impensada.

Su vida.

Obdulio Varela, nacido en 1917 en Montevideo, Uruguay, provenía de un entorno humilde, siendo asmático y criado por padres separados. Comenzó su carrera futbolística en los potreros de su barrio. Luego en el club Juventud y, posteriormente, en el Club Montevideo Wanderers en 1937. En 1943, se unió al Club Atlético Peñarol, donde permaneció hasta su retiro, en 1955. Debutó en la selección uruguaya en 1939 y fue campeón sudamericano en 1942.

A nivel técnico, Varela era un volante con habilidades promedio, sin destacarse en velocidad o físico. Sin embargo, su verdadero impacto radicaba en su personalidad. Conocido como «el negro jefe«, era respetado por su capacidad para disciplinar a sus compañeros sin necesidad de gritos. Siendo partidario del juego limpio. Una vez, incluso, pidió la expulsión de un compañero de equipo por una falta grave, demostrando su integridad y liderazgo en el campo. En un clásico, cuando un jugador de Nacional cometió una falta grave contra uno de sus compañeros, Obdulio Varela se dirigió al árbitro y le pidió que expulsara a cualquier jugador de su equipo que cometiera una falta similar, ya que en su equipo no toleraban ese tipo de comportamiento en el campo de juego.

Maracanazo.

Pero sus historias más famosas son, quizás, las que vivió en el día del maracanazo. De esos momentos, podemos hablar de la entrada, donde Obdulio decía, textualmente, que la cancha era una olla a presión; la cantidad de hinchas brasileños era una cosa impresionante. Pero, por algo le decían el Negro jefe. Entonces, calmó a sus compañeros antes de entrar y tomó el rol de dirigir a sus compatriotas, en un momento que, seguramente, nunca pensaron vivir. Estamos hablando de una Brasil a punto de festejar su primer título mundial, frente a  una Uruguay modesta que venía de ser campeón del mundo en el 1930 y ganar los juegos olímpicos del 24 y 28. Esta Uruguay, le quería arruinar el campeonato y la ilusión a todos los brasileños.

El jefe, tranquilizaba la entrada de sus compañeros al estadio. Tanto así, que se dice que entraron despacio para que vean su tranquilidad y no demostrar ningún tipo de miedo. La garra charrúa, invadía las venas y el corazón de esos 11 uruguayos. Pero el que comandaba todo esto, era el gran Obdulio Varela. El capitán exclamó lo siguiente: “No piensen en toda esa gente, no miren para arriba. El partido se juega abajo y si ganamos no va a pasar nada. Nunca pasó nada. ¡Los de afuera son de palo!”. Dejando inmortalizado el mejor discurso para salir a enfrentar un partido siendo extremadamente visitantes. Mucho se discutió si la frase la dijo Obdulio Varela o no, pero la mayoría de fuentes se la atribuyen al  Negro jefe, capitán dentro y afuera.

En el desarrollo del partido, Brasil empezó ganando y tenía todo a su favor; porque, como dijimos anteriormente, con un empate eran campeones (el formato de la copa era muy distinto al de ahora). En el segundo tiempo, Uruguay lo da vuelta con dos goles, algo sumamente impensado, y el conjunto charrúa terminó siendo campeón. Fue un escándalo por cómo perdió Brasil; pero perdió contra un equipo que no le tenía miedo a nada ni nadie, y con un capitán como Obdulio que mandaba afuera y adentro de la cancha. Por ejemplo en medio de esa gran final el Negro Jefe hizo algo que a todo el mundo dejo paralizado, cuando el jugador Albino Cardoso Friaça anotó un gol, Obdulio Varela rápidamente agarró la pelota y fue al árbitro, Mr. George Harris, para protestar porque creía que el gol debería haber sido anulado por estar en posición de fuera de juego. Varela expresó su queja en español, pero como el árbitro era de Inglaterra y no entendía el idioma, tuvieron que esperar a que llegara un intérprete. Esta demora en la comunicación retrasó el reinicio del juego.

Obdulio era un verdadero líder. Un tipo que no quería la trampa. Por el contrario, le gustaba más el juego limpio y la justicia. Se puede decir que Obdulio Varela fue nuestro primer justiciero en el mundo del futbol, un mundo que apenas estaba naciendo. Unn tipo con muchos códigos, una nobleza inquebrantable y un corazón gigante.

Luego de ser campeones del mundo, en una situación inusual, Obdulio Varela recibió el Trofeo de manos del presidente de la FIFA, Jules Rimet, sin una ceremonia oficial ni discursos. Esa noche, las celebraciones en Uruguay también fueron peculiares: Varela decidió mezclarse con los aficionados brasileños en las calles, sintiendo la tristeza del momento. Sorprendentemente, cuando lo reconocieron, en lugar de hostilidad, recibió felicitaciones y compartió bebidas con ellos en un bar. Al regresar al hotel, al amanecer, se sintió aliviado y su leyenda comenzó a brillar aún más.

Una leyenda olvidada.

Muchísimos años después de esto, de convertirse en una leyenda, Obdulio terminó resignado del futbol. Nunca le gustaron las cámaras, siempre de perfil bajo ante el periodismo. Fue tan así que una vez le negaron unas entradas para ir a ver un partido. Según sus palabras; “Dejé de ir al fútbol porque un día fui a la AUF a buscar unas entradas y me las negaron. Quedé muerto con eso. ¿Y esto cómo es? Desde ahí, nunca más. Dije: ‘Negrito, acá se terminó’. Y se terminó. Si hay un partido de fútbol en la televisión me quedo leyendo el diario. Se terminó el tiempo aquel”.

Según sus propias palabras, el fútbol era una cuestión de unión y amigos. Una descripción hermosa para un deporte precioso que fue manchado de corrupción y de extravagancias; pero que, en principio, debería ser como dice el gran Obdulio: “Si jugaba al fútbol era feliz porque estaba en lo de uno y acompañado por amigos. En el deporte no se pierde nunca la amistad. Si usted es una persona amable, siempre tendrá amistades, que son lo más importante después de la familia”.

A modo de cierre, se puede pensar que estas aventuras de Obdulio lo hubiesen llevado a una vida de fama y gloria eterna. Pero no fue así. Cuando se retiró del futbol se dedicó a estar con su familia y a trabajar para subsistir, ya que como sabemos, el futbol de antes no tenía nada que ver con el de ahora: nada de lujos y privilegios. Quizás eso fue lo que hizo crecer la figura de Obdulio Varela. Un tipo humilde y con una garra que muy pocos tenían y tienen. Dejó un legado admirable para Uruguay, un tipo que no le tuvo miedo a nada, y hasta empatizó en la victoria más importante de su vida. Un jefe, pero con códigos humanos que todos deberíamos copiar. Amante del juego limpio y en contra de las injusticias.

En 1996, la esposa de Obdulio Varela, Catalina, fallece y él no logra superar su pérdida. A los pocos meses, el 2 de agosto del mismo año, también se despide de este plano, rencontrándose con su fiel compañera. El presidente de la República en ese momento, el Dr. Julio María Sanguinetti, ordenó honores especiales para él. Todo Uruguay estuvo de luto y lamentó la pérdida del gran “Negro jefe.

“No, no soy leyenda. Y si lo soy, deberían serlo también todos los que jugaron al fútbol. Simplemente tuve la suerte de pasar por el deporte y entrar en él. Así como usted entró al diario y con el tiempo terminará de ingresar totalmente a él”. Obdulio Varela